¿QUÉ QUIERE DIOS QUE YO QUIERA?
PEDRO ZABALA, pezabala@ono.com
LOGROÑO.
ECLESALIA, 22/11/11.- Se ha celebrado en Logroño, durante los días 11 12 y 13 de Noviembre, el XVI Foro de la Asociación Ágora, Debates desde la Fe, con el título genérico “Año 2011: ¿Año Uno?”, en el que se abordaron temas diversas de actualidad sobre Ciberactivismo y Redes Sociales, Las Revueltas Árabes, Agotamiento de los Recursos Energéticos, Política Ecológica, Crisis de la Unión Europea.
La ponencia que cerraba el Foro, Espiritualidad para una Nueva Época tuvo lugar el domingo 13 por la mañana, a cargo de Mari Paz López Santos. En el programa se decía de ella: Artesana del pincel y de la pluma. Estado civil y real: casada desde hace casi 12 trienios, madre de dos hijos y una hija, ilusionada abuela desde hace cuatro años; hermana y amiga. En la Iglesia, «laica sin papeles». Y no engañó a nadie, respondió a la imagen que ofreció de ella. Fue una exposición, repleta de profundidad y sencillez, que cautivó a los asistentes.
No pude escucharla. La caída y posterior operación que me retiene en casa, me impidió hacerlo. Pero tuvo la gentileza de hacerme llegar, con una cariñosa dedicatoria, un libro suyo, pequeño en extensión, pero rico en contenido. Lleva este título tan sugerente :¿Qué quiere Dios que yo quiera? Para ella, escribir ha sido más oración que escritura. Y añade: “ojalá estas páginas puedan servir para que quien se adentre en ellas, la lectura le encamine a su personal oración de alabanza”.
El libro lleva un subtítulo: “‘Magníficat’ para el el Siglo XXI” que es toda una declaración de intenciones. Este cántico que es una sentida oración de alabanza lo narra el evangelista Lucas en el marco de un diálogo entre dos mujeres, primas, embarazadas. Los cristianos conocemos el relato. Una mujer, María, que lleva ya en su seno a Jesús, después de su SÍ que hizo posible la posterior historia de Salvación, marcha sola a visitar a su prima Isabel, de avanzada edad, que también estaba esperando a su hijo.
El cántico-oración, el Magníficat que glosa la autora no casa bien con esa imagen almibarada, ese «estereotipo de la Virgen María, alzada en columnas, pedestales y hornacinas». Mari Paz se rebela, con razón, contra él. Y explica el por qué no se sentía cercana a ella.»En mi mirada hacia el pasado, recorriendo mi historia personal, he ido descubriendo que las mujeres de mi familia, las enseñanzas de la Iglesia y las costumbres de mi país en una época muy concreta, hacía que mi ser de niña-joven-mujer no entendiera el estereotipo de María que me transmitían. Me produce contradicción la sublimación de lo femenino que, engrandeciendo a la madre y la esposa, obvia a la mujer».
Desde mi condición de varón -ser incompleto, lastrado por una educación que cortocircuita la expresión afectiva- siempre he envidiado ese grado tan diáfano de intercomunicación que a veces se da -intuyo- entre dos o más mujeres. Seguramente, especiales. Comunicación que abarca con igual intensidad tanto la no-verbal cono la expresada con palabras. En ese clima de confianza total se produce el diálogo entre María e Isabel. Dos mujeres que comparten un secreto que no son capaces de entrever en toda su inmensidad, cargada de trascendentales consecuencias, Y en esa efusión de dos personas sencillas, unidas por la sangre y sobre todo por la fe, se reconocen partícipes de una historia que les desborda. Abrumadas, agradecidas, maravilladas, vuelcan en la alabanza a Dios los sentimientos de su corazón. «Proclama mi alma la grandeza del Señor» es el primer mensaje del Magnificat con que nos evangeliza aquella mujer sencilla de Nazaret que guardaba en su corazón todas las cosas que le íban ocurriendo.
Isabel Gómez Acebo, teóloga que ya tuvimos ocasión hace años en una charla organizada por Ágora, es la autora del prólogo. Lo cierra con estas palabras: «El Magníficat es un canto de gozo por las maravillas que hace Dios, Un Dios que necesita de los seres creados para implantar su Reino. La alabanza se puede convertir en mera rutina si no nos damos cuenta de que tenemos un camino que recorrer, por el que anduvo María la primera, marcando la ruta».
Mari Paz dedica un capítulo de su libro a esa fuerza que posee la mujer que va interviniendo en la historia de la humanidad, de manera silenciosa, a veces clandestina. Cuando intuye algo que es bueno o justo, no sólo para ella, sino también para los que tiene cerca, va a por ello, aunque tenga que esperar o dar los rodeos necesarios para alcanzarlo. Fuerza vital, no cuantificable, que no tiene que ver con la resignación malsana, ni mucho menos, como subraya la autora, con la conocida «resignación cristiana» que ha servido para doblegar lo femenino y ponerlo al servicio de los distintos poderes de este mundo. Y en este convulso siglo XXI que acabamos de iniciar esa tarea ingente de la mujer es más que nunca necesaria. Lo que los varones hemos estropeado con nuestro orgullo estúpido, con nuestra peleas tragicómicas de gallitos encelados, sólo las mujeres podrán arreglarlo. Cuando se contemplan los miles de conflictos que asolan la humanidad, la ansiada paz que sólo puede brotar de reconciliaciones auténticas, sólo la lograrán, las mujeres familiares de las víctimas de los bandos enfrentados que unan sus lágrimas para reclamar el cese definitivo de toda violencia.
Agudamente observa que «la primera persona del singular del presente de los verbos creer y crear se dice la misma forma: YO CREO». Pues, al ser la fe la respuesta agradecida al amor del Padre, el acto de creer vincula la acción de crear. Esa creación es el ejercicio del grado más profundo de libertad, el compromiso de entrega al servicio de los necesitados. Para un creyente, se trata de dos momentos de un mismo acto que se retroalimentan mutuamente. Por eso, la oración, individual y comunitaria, alimenta la creación solidaria. De ahí la frase provocativa con que Mari Paz cerró su charla: “Hay que saber perder el tiempo con Dios”. Yo le hubiese cariñosamente corregido, hay que saber ganar el tiempo con Dios para saber estar más disponible con los hermanos… (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Para más información: Mari Paz López Santos en ecleSALia
