LA INTELIGENCIA HUMANA NO TIENE SEXO
En los orígenes del feminismo*
CÉSAR ROLLÁN SÁNCHEZ, eclesalia@gmail.com
MADRID.

ECLESALIA, 08/03/24.- Desde la oficialización de la religión cristiana en el 380 con el edicto de Tesalónica de Teodosio I (379-395), la institución cristiana se fue caracterizando más por el ansia de poder que por el amor al prójimo, lo que propugnó una moralidad que justificaba cualquier tipo de guerra o persecución que permitiera la permanencia en dicho poder. 

Tras iniciarse la llamada reforma protestante, cuando Martin Lutero (1483-1546) fijó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenbergse en 1517, comienzan en Europa unas guerras de religión que hacen estragos entre la población, su ánimo y economía. El final de las contiendas se materializó en la guerra de los treinta años, un periodo de tiempo absurdo en el que los contrincantes dejaron poco a poco de recordar por qué guerreaban. Si ya los adversarios se retaban por elementos carentes de sentido, en este último tiempo desaparecieron, incluso, los motivos.

La paz de Westfalia de 1648 fue el resultado de este anhelo y sobre ella se volcaron todas las esperanzas de una buena convivencia basada en la razón. La legitimación del poder por parte de la religión quedó en entredicho; solo el acuerdo entre los seres humanos puede dotar a estos de las leyes necesarias para una buena convivencia. Se establecen entonces los principios de la libertad religiosa y, por tanto, de la libertad de pensamiento aunque luego el curso de la historia llevó a la población europea por derroteros diversos según su localización. 

Llevada la vida humana a su comprensión racional, cualquiera podría pararse a pensar más allá de lo que le habían dicho que había que pensar o creer. Fue entonces cuando Renè Descartes (1596-1650) afirmó que escribía de tal forma que hasta las mujeres le podrían entender, otorgándolas, de esta forma buen juicio, tan bueno como el de cualquier varón.

Poco antes de su fallecimiento nació el también francés François Poullain de La Barre (1647-1763), sacerdote (primero católico y luego calvinista), reconocido cartesiano, que publicaría en 1673 “De la igualdad de los dos sexos” y un año después “De la educación de las damas”, dos obras germinales del feminismo en las que dejó bien asentada la idea de que la inteligencia -esprit- no tiene sexo y, por tanto, no puede nacer condenada por estar presente en la mujer. Él mismo pudo experimentar la experiencia de igualdad, al casarse, y la de pensar, al dedicarse a la enseñanza hasta el fin de sus días. 

Salir del Antiguo Régimen propició muchas cosas, entre ellas el que las mujeres comenzaron a percibir su realidad con libertad para configurarse en su ser humano reivindicando sus derechos en todas las áreas de la vida, una carrera de fondo que continúa en días como hoy (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

*Eco de la conferencia que Amelia Valcárcel pronunció en el II Encuentro de Mujeres Líderes Iberoamericanas, organizado por la Fundación Carolina y el Instituto de la Mujer, celebrado en Madrid en 2007 (A. Valcárcel, «Pongamos las agendas en hora» en II encuentro de mujeres líderes iberoamericanas. Fundación Carolina, pp 1-29. Madrid, 2007).