MI REALEZA
A propósito de Juan 18, 33-37
BERNARDINO ZANELLA, bernardino.zanella@gmail.com
CHILE.
ECLESALIA, 22/11/24.- Es interesante ver la enorme cantidad de dinero que se gasta en las competencias electorales, para llegar a ser presidente de un país, jefe del gobierno, o intendente, gobernador, alcalde, etc. Y siempre con el objetivo de “servir al pueblo”. En realidad son muchas las motivaciones que se esconden detrás de este objetivo, y no siempre inocentes y limpias.
Reconocer a Jesús como rey, nos orienta a otras actitudes.
Leemos en el evangelio de san Juan 18, 33-37:
Pilato llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Jesús le respondió: “¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”. Pilato replicó: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?”.
Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí”.
Pilato le dijo: “¿Entonces tú eres rey?”. Jesús respondió: “Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad: el que es de la verdad, escucha mi voz”.
Juan 18, 33-37
Las autoridades religiosas de Jerusalén han puesto a Jesús en las manos del procurador romano Poncio Pilato, representante del emperador, con la esperanza que él ratifique y ejecute la condena a muerte de Jesús. La acusación que presentan es que él ha pretendido ser rey. Es una denuncia a que la autoridad romana tiene que ser muy sensible, por el potencial subversivo que puede tener esa pretensión.
Pilato interroga personalmente a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. No le interesa la persona del acusado, o las teorías religiosas de los acusadores. Es un juez muy pragmático, y quiere conocer los hechos concretos: “¿Qué es lo que has hecho?”.
Jesús responde indicando la naturaleza de su realeza, y su explicación no sirve solamente para Pilato, que no puede entender, sino para todos los discípulos que lo acogerán como rey: “Mi realeza no es de este mundo”.
Jesús ya había dicho, rechazando las ambiciones de los discípulos que buscaban los primeros puestos, que los poderosos “de este mundo” dominan al pueblo y se hacen servir. La realeza de Jesús no sigue esa lógica. Los reyes “de este mundo” usan la fuerza para protegerse a sí mismos y para defender su poder. Igualmente Jesús, si fuera un rey “de este mundo”, tendría que protegerse de la misma manera: “Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos”.En cambio, la realeza de Jesús renuncia a la fuerza y a la violencia. Jesús es un rey diferente: no ha venido para ser servido sino para servir y dar su vida. No quiso aceptar la realeza que le proponía el pueblo después de la multiplicación de los panes, y en cambio la manifiesta cuando se pone a lavar los pies de los discípulos durante su última cena. No le hace ninguna competencia al emperador ni a las autoridades religiosas. Vacía de sentido su ambición, su arrogancia y su lucha por el poder. Su realeza no es “de este mundo” en el sentido que no pertenece a su sistema de poder y tiene otra lógica, pero Jesús no exhorta a salir del mundo, sino a estar en el mundo para cambiarlo. Enseña con palabras y obras un camino de solidaridad, de justicia y de amor, para la construcción de otro mundo. Su trono será la cruz, en una actitud de entrega total, abrazando a la humanidad entera.
Declara abiertamente: “Yo soy rey”. Reivindica para sí este título, conocido en la tradición mesiánica de Israel que esperaba a un mesías glorioso que ocuparía el trono de David, pero le cambia totalmente el sentido: “Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad”. El sistema de poder, los reinos “de este mundo” están fundados sobre la mentira. Jesús es el testigo de la verdad. Ha venido para manifestar la verdad sobre Dios: no un Dios lejano, poderoso, inalcanzable, juez implacable y castigador, sino un Dios que es Padre, que tanto amó al mundo que le entregó a su Hijo, que se hizo cercano al hombre en la persona de Jesús, el primogénito entre muchos hermanos; y para manifestar la verdad sobre el hombre, que es plenamente tal cuando se abre al amor, a la misericordia, a la justicia, al perdón, reproduciendo en sí mismo los rasgos del Padre. De esa manera participa a la realeza de Jesús, escucha su voz y lo sigue. Jesús es el rey buen pastor, que conoce a sus ovejas y las llama a cada una por su nombre, las cuida y las protege, las alimenta, y da su vida por ellas (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).
