PIEDRA MARAVILLOSA
JOSÉ MARÍA RIVAS CONDE, postaljara@gmail.com
MADRID.
ECLESALIA, 09/12/24.- Estimo que el error señalado en mis dos artículos anteriores (ECLESALIA, 13/09/24 y ECLESALIA, 06/12/24), no se encuentra en la redacción latina del versículo, sino en el sentido dislocado en el que lo invocó, vaya uno a saber quién. Desde luego alguien muy reputado. Tanto como para que le haya seguido tozudamente hasta nuestros días la iglesia entera, sin admitir advertencias ni razones, desde hace mil años por lo menos. Muestra como mínimo de ello, es la edición de bolsillo, de 1975, de la Biblia de Jerusalén, ‘totalmente revisada y aumentada’ por un equipo de especialistas, en la que se mantiene el error. ‘Fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos’.
Mt 21,42 dice en latín exactamente lo mismo que en griego. Si el texto latino usa el neutro, es porque es el que tiene que usar para eso. Tardé en caer en la cuenta de ello, y pienso que aún serán multitud los que no lo hayan advertido, y seguirán entendiendo dicho versículo, como yo antes, a lo Fray Gerundio de Campazas.
Ya recordé en ‘Piedra Angular’, cómo el demostrativo femenino ‘αὕτη→ ésta’, debía coincidir en género y número con el nombre al que se refiriese o señalase. Éste sólo podía ser ‘kεφαλὴν→ cabeza’, por ser el único que reunía tales condiciones, y —respondiendo aquí a los exigentes— añado ahora que ‘γωνίας→ de ángulo’, aunque en griego también femenino singular, es genitivo dependiente de ‘cabeza’, sin más función que individualizarla o especificarla.
Aplicando al texto latino la misma exigencia de concordancia que en el texto griego, tendremos que decir que, siendo neutro en este idioma la palabra ‘caput→, cabeza’, neutro ha de ser el demostrativo que se refiera a ella. Así lo es ‘istud’. Igual todo adjetivo que la califique, como aquí ‘mirábile→, maravillosa’.
No es sólo eso. Al señalamiento propio del pronombre, se une el paralelismo perfecto, que se da entre el texto griego y el latino, palabra a palabra, incluido el orden de las mismas. Esto sugiere incluso, que uno es traducción literal del otro.
Que este cambio de género esconde un perjuicio, no sólo cabe afirmarlo a causa de provenir de un error, y no poder brotar nada positivo de la falsedad. Lo mismo que ningún fruto bueno aflora de planta mala. Sino que también puede decirse, que en concreto se cifra por lo menos, en el embotamiento del feraz y consecuente conocimiento, de la exclusividad salvadora de Jesús.
Hablo del conocimiento que Pedro y Juan mostraron, ante los que les pedían cuentas por la curación del cojo de nacimiento. ‘Este hombre, ya cuarentón, que sabéis inválido de nacimiento, y que a diario habéis visto pidiendo limosna en la Puerta Hermosa del templo, lo tenéis ahora sano ante vosotros, en virtud de Jesús Nazareno, a quien vosotros crucificasteis, y que ha venido a ser la piedra angular, única en la que podemos hallar salvación. Pues no se ha dado a los hombres debajo del cielo otra persona, en la cual hayamos de ser salvos’.
Pero parece que puede llegar a ser tan impetuosamente goloso, eso de enseñorearse de los demás, sobre todo religiosamente, y más si se une el
gozo de su devoción y acatamiento venerante, que no faltan quienes, a pesar de saber que tan sólo en Jesús hay salvación, desorbitan su función de guías, y marcan la senda con apostillas completivas, o incluso rectificadoras, de la enseñanza y ejemplo del propio Jesús. Pero no será raro que más de una se quede en solemne chorrada, por más que se presenten englobadas en conjuntos de nombres pulidos, como cánones, santas reglas, constituciones, decretos conciliares, y otros similares. Y las urgen coactivamente, ya sabemos cómo, sin que cuente para nada, el ‘Yo tampoco te condeno. Vete en paz y no vuelvas a pecar’, de Jesús a la adúltera. Ni los demás ejemplos suyos de amor y clemencia.
Las justifican en la necesidad de organización, en la vida de toda comunidad humana, si de veras se quiere que no sea caótica. ¡Pues impóngalas a nivel organizativo, no como enriquecimiento perfectivo de la conducta ejemplar de Jesús! Así es imposible admitirlas, sin suponerlo, necio derrochador de insensateces, que luego vienen a subsanar hombres más sagaces, más prudentes, más cautos, más inteligentes que Él. ¡Pero, eso sí, se tropezó con una gran sensatez, eligiéndolos a ellos como correctores suyos…! Con tales impostores, no me pasmaría que todo esto de le ‘Iglesia Sinodal’, se quedara en un nuevo ‘vestir de seda a la mona’.
Y serán multitudes las que sigan esforzándose en compaginar, su fe en el supremo poder salvífico de Jesús, con el logro o amejoramiento de la salvación, en “normas del bien y del mal”. Normas por lo general mutilantes de la vida, que Dios nos dio con todo amor, para máxima dicha. ¡Ni se acordarán que Jesús es, la única piedra de salvación, que nos ha sido dada debajo del cielo! ¡Piedra imposible de suplir por nadie ni por nada, para más que ruina! ¡Piedra magnífica y maravillosa! O en palabras de Pedro con cita de Isaías (28,16): ‘Piedra angular, selecta y digna de honor; quien crea en ella no quedará confundido… En cambio, para los incrédulos, piedra de tropiezo y roca conta la que estamparse (1ª 2,6-8) (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).
