REVIVIR CON LA ORACIÓN
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@outlook.com
BILBAO (VIZCAYA).

ECLESALIA, 16/12/24.- Creyentes y no creyentes nos enfrentamos por igual a un mar de dificultades que afectan directamente a la calidad de vida personal y relacional. No son tiempos fáciles para la esperanza ni para comunicarnos adecuadamente con Dios. Hablamos de Dios pero muy poco con Dios sin asumir que la oración es la gasolina del cristiano, el medio necesario de hacernos luz del mundo para los demás. Orar abiertos al Espíritu para que reviva en nuestra oración:

A/ Hablar y escuchar son las dos caras de la oración. Es lo propio de una historia de amistad-amor. Necesitamos hablar, que el corazón exprese sus sentimientos. Ahí están los salmos, con sus ejemplos de invocación según los estados de ánimo: salmos de desahogo y enfado por la injusticia recibida; salmos de aceptación, salmos de acción de gracias, salmos de júbilo y alabanza… La vida misma. La oración siempre es escuchada, pero solo hay encuentro cuando también estamos dispuestos a escuchar confiadamente, tanto en los días luminosos como en las noches oscuras del alma.

B/ La calidad de nuestra oración depende de la calidad de nuestra vida, y viceversa. Se nos olvida que la principal característica de la fe como virtud teologal es que, sin obras, es una fe muerta. Una fe que San Pablo la llevó “más allá de toda esperanza” porque donde realmente se ancla la fe es en las vivencias, más que en las creencias. Cuando no es así, corremos el riesgo de rezarnos a nosotros mismos.

C/ La oración auténtica es liberadora. Nos hace crecer como personas en la medida que Dios encuentra acogida. La fuerza de nuestra debilidad es la oración porque a través de ella nos hacemos más humanos, más libres. Y esto se debiera notar en hechos concretos, en la mayor capacidad para entender y perdonar, para aceptar lo inevitable (nada que ver con la resignación), para amar mejor.

Cuanto más frágiles nos sentimos, más cerca está nuestro Padre. Jesús nos prometió fuerza, luz, y capacidad para transformar el mal en bien, pues somos las manos de Dios para implantar su Reino. Lo que no es cristiano es convertir la plegaria de petición en una especie de sucursal bancaria que funciona según nuestros méritos para conseguir salud en la enfermedad, dinero en la pobreza, compañía humana en la soledad. Todo es gracia, y Dios sabe nuestras necesidades, nuestros límites y aquello que nos conviene para madurar como personas y como cristianos. Y eso requiere una actitud de respuesta.

Estamos en pleno Adviento que no es otra cosa que tiempo de preparación para acoger precisamente la Palabra que se encarnó en uno de nosotros. Se abajó para recordarnos a ti y a mí que Dios nos oye y nos escucha. Sabe lo abrumados y afligidos que podemos estar. Conoce bien que cuando somos felices nos preocupa que cese la felicidad, y que la soledad nos paralice. Conoce nuestra interioridad. Debemos creer que Dios es tan real como la persona sentada junto a nosotros para abrirle el corazón a este Amigo divino. En todos los pasajes de la Revelación se nos dice que Dios está de nuestra parte. Orar, hablar… y prestar atención a su respuesta. Abramos las puertas de nuestra interioridad para acoger al Verbo con toda confianza. Dejemos a Dios-Amor ser Dios (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).