ORIGEN, DESARROLLO Y FINALIDAD II
MECHA Y ROBERT, robertbentancur@gmail.com
CIUDAD DE LA COSTA (URUGUAY).
ECLESALIA, 21/02/25.- Aparecimos a la existencia como un encuentro de nuestros progenitores que han experimentado lo enunciado anteriormente. Es ahí donde empezamos a intuir que hay una energía sumamente poderosa que es capaz de prolongarse permanentemente. Nos gustaría llamarla amor.
Somos el resultado del amor de personas que gratuitamente y con solidaridad hicieron posible nuestra vida concreta. Es algo que podemos rastrear y experimentar en cualquier momento. Pero acá surge un elemento adicional. A esa experiencia de existencia llegamos a través de intuir o, lo que es lo mismo, decir que es algo que va más allá de cualquier razonamiento. Es un elemento de nuestra vida que nos lleva a la dimensión de lo que llamamos misterio.
La ciencia es una herramienta extraordinaria e imprescindible en nuestro caminar. Pero se declara en quiebra a poco de empezar a razonar conceptos como la vida en cualquiera de sus expresiones. Como consecuencia directa de estas consideraciones hay una primera actitud que aflora naturalmente: la humildad.
Al no poder conocer en profundidad la verdad, el alcance de todos estos términos que enumeramos, pareciera que una buena cosa es empezar a tener en cuenta a personas, cosas, conceptos con el mayor de nuestro respeto y consideración. Directamente nos dirigimos a que “mis razones y actitudes” tienen que buscar estar al servicio de mi interlocutor y no pretender ejercer un dominio sobre las razones y actitudes de otros. Y menos que menos aplastarlo.
Una consecuencia de esto último es buscar, por todos nuestros medios, establecer un clima de diálogo para llegar a un mejor conocimiento de cualquier tema. Si este diálogo provee un ejercicio adicional de afecto ya se adelantó muchísimo más que un simple intercambio de opiniones. Un buen vínculo de fraternidad genera de por sí una sensación de serenidad, equilibrio y paz. Y eso potencia nueva vida y da plenitud a nuestra existencia.
Un último aspecto (de los tantos que es necesario que complemente cada uno de los que esto lea) es volver a lo del principio. El sentido de todo lo que hacemos. Buscar el para qué.
Cada uno de nosotros está compuesto de un cuerpo físico, pensamientos, sentimientos conformando una unidad absolutamente maravillosa y compleja. Esto nos permite una característica especial como la de tener conciencia de nosotros mismos. El poder reflexionar.
Hay también una dimensión en cada ser humano que llamamos espiritual. No tiene necesariamente que tener o pertenecer a una cierta forma de religiosidad sino con algo intangible pero que todos podemos convenir que experimentamos: La necesidad de trascendencia.
Planteábamos antes algo acerca de los principios de gratuidad y de solidaridad. Uno de los resultados es que todo ser, consciente o inconscientemente, busca existir, multiplicarse, prolongar su existencia, por consiguiente podemos convenir que operan en nosotros dos tipos de fuerzas: Una centrípeta, es decir que necesitamos mantener y desarrollar nuestra existencia procurando todo lo que esté a nuestro alcance para que podamos existir. Llamémosle amarse a sí mismo. Otra centrífuga, que nos impulsa a pensar y actuar tejiendo redes cada vez mayores y de mejor calidad con otros seres. Lo que podríamos asimilar al concepto previo de solidaridad.
Son estas fuerzas las que nos están proyectando en última instancia a lo que podemos llamar trascendencia. Todas las realizaciones que han habido en el hacer humano, los legados maravillosos del arte, la música, la pintura, la arquitectura y los recuerdos, especialmente las experiencias de afecto de quienes nos han precedido, nos están hablando de ese mundo real que está en nuestra mente pero que por algo puebla nuestra imaginación. Una vez más estamos frente a un misterio. Por más que sea un misterio hay mil testimonios que avalan esa posibilidad de trascender.
Quienes tenemos una fe religiosa le asignamos una importancia crucial a esta dimensión de nuestra vida. La razón sencilla es que nos provee un sentido más poderoso que un simple discurrir nuestra existencia por un tiempo y lugar determinados. En particular, hay quienes creemos en Jesús como alguien que compartió nuestra existencia. Al ir conociéndolo a través de las lecturas del Evangelio especialmente, podemos acceder a un legado maravilloso que nos muestra un camino en donde alimentarnos de camino, verdad y vida. Y está al alcance de cualquiera porque el lenguaje es lineal y sencillo.
Por supuesto que una lectura personal es necesaria. Sin embargo no termina ahí. Porque una vez más, el principio de solidaridad (como en todos los aspectos de la existencia) acá cobra una importancia crucial: El acceder a una riqueza mayor de conocimiento e interpretación de los textos y relatos nos abre a comprenderlos mejor. Jesús mismo dijo: Donde dos o más se reúnen en mi nombre, ahí estoy Yo.
Entonces la comunidad es un imperativo mayor para una correcta interpretación del texto y el contexto del mensaje evangélico. Todo para una finalidad muy clara: el pretexto para vivir la felicidad de una vida plena. En comunión unos con otros. Y con todo lo que encontramos creado de manera sabia y maravillosa.
El Dios en el que creemos muchos es alguien que en todo momento se hace sentir como una presencia de compañía, de sostén, de perdón de errores, dándonos luz, esperanza, viviendo plenamente la gratuidad y la solidaridad.
Hay una particularidad y es que expresamente nos indicó dónde descubrirlo con más nitidez: En el pobre, en el que sufre, en los ninguneados por la sociedad, en el que practica la justicia, en el que tiene misericordia y abierto el corazón para el perdón, siendo compasivos con todos, buscando activamente la paz… Darnos cuenta de esto nos estimula a intentar una y otra vez vivir cada pequeño momento orientados hacia el amor. Eso nos llevará a dar un mejor sentido a lo que vivimos diariamente: la experiencia (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).
