DE JUEVES A DOMINGO
Semana Santa 2025
MIGUEL ÁNGEL MESA, miguelmesabouzas@gmail.com
MADRID.
ECLESALIA, 14/04/25.- Para quien le venga bien en este tiempo de Semana Santa; palabras que acompañan los días del jueves, viernes, sábado y domingo, días santos de memoria, oración y acción.
JUEVES SANTO
Cuando me arrodillo
a vuestros pies, no pienso
en cómo sois,
ni cuáles vuestros defectos,
o cuánto amor
derrocha vuestro corazón.
Sólo sé que estáis
cansados del camino,
que el agua templada
calmará vuestra impaciencia,
que el polvo de los rencores
y enfrentamientos caerá
suavemente en el olvido.
¿No deberá ser así
entre nosotros?
En la mesa, cuando el hambre de pan y justicia
se hace presente en vuestras
palabras y compromiso,
el brillo de mis ojos
se hace palpable
en los vuestros.
No puedo hacer otra cosa
que partir mi cuerpo
para ser vuestro alimento
y que mi sangre corra
a raudales por vuestras venas.
Cuando os escucho reír
y ardo de amor
en vuestros abrazos,
nace el recuerdo
y pienso que la amistad
es lo más delicioso que hay
en la vida de una persona.
Lo digo por experiencia.
Si esta noche
renováis el corazón con
un leve movimiento
de humilde amor,
mi presencia habrá sido eficaz.
Si no fuera así,
permaneceré esperando,
–os doy mi Palabra–
hasta mañana.
VIERNES SANTO
Ahora que dominan
las tinieblas,
sentimos que unas gotas
como de sangre ajena,
resbalan e inundan
las pantallas
y nuestros ojos.
Es el odio, la guerra,
la cárcel siempre injusta,
las cadenas de la incultura,
el hambre, la soledad,
la muerte.
Si volvemos la cabeza
y damos media vuelta,
quizá no sea tan dura
esta oscura sinrazón.
Si acercamos el oído
pueden salpicarnos
los gritos y el hedor
de este inhumano infierno.
Es el momento de arrojarnos
al huerto sin luna,
alzar la plegaria al Padre
cuyo silencio nos aplasta,
y la blasfemia contra los poderes
que oprimen a nuestros pueblos.
Ésta es la hora
de cumplir su voluntad a ciegas,
de arrojarnos en sus manos,
ante el abismo
imposible de cubrir
con nuestras propias fuerzas.
Saldremos aturdidos, doloridos,
desgarrados por tantos rostros
desfigurados, que parecen
cualquier cosa menos
seres humanos.
Y a la vez, esperanzados,
llenos de Espíritu, es decir,
con fuerza, paz y ternura,
anhelantes del Reino.
Esta noche de oración por la Vida,
rompe todas nuestras seguridades,
pero nos permite ser fieles
en la gratuidad.
SÁBADO SANTO
A través de esta llama
transparente de esperanza,
observo vuestros
rostros encendidos.
Contemplo más allá
de los movimientos confusos
de los cuerpos,
la alegría de la unidad
al compás del fuego.
La cera líquida rebosa
y cae lentamente
hasta quemar por un segundo
mis dedos.
¿Abrasará con la suavidad
del amor mi corazón,
ese calor compartido
de mi comunidad?
Nos pasamos en silencio
el testigo, el deseo,
la certeza, la necesidad
de un nuevo mundo,
fraterno.
Nos ungimos con el agua
que nos purifica
y nos sumerge en la muerte
al egoísmo.
El agua no apaga el fuego
sino que renueva el ardor
por transmitir la ternura
de la brisa que nos envuelve.
Fluye suavemente y aumenta la fe
de mis hermanas y hermanos
que reciben sinceramente
la vida en Jesús, que es ya,
vida eterna.
El Espíritu no habita
en una tumba vacía.
Se acerca el día,
ésta es la hora,
¿reconoceremos a Jesús cuando
nos llame por nuestro nombre
y nos invite a conocer al Padre?
DOMINGO DE RESURRECCIÓN ¡ALELUYA!
No les hicieron caso.
Jesús las había unido a su grupo,
ante el escándalo de los fariseos
y de sus propios discípulos.
Ellas fueron las que permanecieron
al pie de la cruz,
ellas regaron con lágrimas
los pies del arrepentimiento,
cubrían las necesidades
materiales de la comunidad,
ellas recibieron el deseo de Jesús
de adorar al Padre en espíritu y verdad.
En ellas acabaron los flujos
del tabú y la marginación.
Ellas estuvieron ocultas en Efraím
con Jesús, recorrieron los caminos
polvorientos, con Jesús,
compartieron la Buena Noticia de Jesús.
Ellas recibían a Jesús en sus casas,
abandonaron todo por seguirle,
y fueron premiadas al haber optado
por la mejor parte.
Ellas recibieron el perdón
por haber amado mucho, mucho más
que los que las acusaban.
Ellas prepararon bálsamos y perfumes
para enjugar el cuerpo de Jesús.
Aunque quieran ocultarlo,
ellas comieron muchas veces con Jesús,
y en la última cena
tomaron su cuerpo y ofrecieron
su vida con la Sangre de su Señor.
Ellas, primeras testigos
de la tumba vacía de Jesús, ante
el estupor y la burla de los hombres.
Ellas contemplaron y abrazaron
por primera vez al Rabí resucitado.
Anunciaron: hemos visto al Señor,
está vivo.
Ellas, con María, entonces y ahora,
las primeras renacidas
por el agua y el Espíritu
de la resurrección.
Ellas, mujeres nuevas, son
el gozo y el testimonio para
algunos hombres que queremos
parecernos a Jesús, junto a ellas.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda
la difusión de sus artículos, indicando su procedencia.
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Muchas gracias por las palabras que me acompañarán los días santos.
¡Buena Pascua!
Paquita
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