TIEMPO DE PACIENCIA
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@outlook.com
BILBAO (VIZCAYA).

ECLESALIA, 16/05/25.- Ante el torbellino de noticias y acontecimientos que cada día nos sobresaltan e inquietan, los cristianos atesoramos una actitud que hemos arrinconado, y ya toca desempolvar: la paciencia. Pero como buena virtud que es, nada tiene que ver con la parsimonia del pánfilo, de quien ve pasar la vida como la vaca mirando al tren. Es todo lo contrario, rearmarnos contra el frenesí que desasosiega lo cotidiano que encubre la falta de esperanza.

Nos hemos contaminado de la sociología de las prisas que nada de fundamento aportan a esta sociedad que nos impulsa constantemente a desearlo todo y obtenerlo de manera instantánea, logrando una profunda insatisfacción a medio plazo. Ante esta realidad, resulta fundamental revalorizar la mejor versión de la paciencia, valorando la profunda conexión entre paciencia y esperanza. Esperar para un cristiano, es saber, y el que sabe, espera. En la espera activa y esperanzada encontramos la fortaleza para vivir en la incertidumbre actual, no de manera pasiva, sino construyendo un presente que dé sentido al futuro.

Tener un sentido en la vida es cosa grande, algo que tantos anhelan viviendo desnortados en esta sociedad de la prisas. Tengo la impresión de que no pocos cristianos derrochamos nuestra fe, pasivos e inactivos por dentro y por fuera ante el infortunio que trasladan las noticias. La paciencia evangelizadora en estos tiempos de inmediatez es un buen camino espiritual capaz de activar también una paz profunda mientras transitamos por las estrecheces de lo cotidiano, confiados y atentos a la acción de Dios que se manifiesta en el susurro, como le ocurrió al profeta Elías, tras el estrépito de volcanes y vendavales; y en la frágil llamada a Samuel quien no fue capaz al principio de reconocer la llamada de Dios. De ahí lo de paciencia “activa”. Es lo que Jacqueline Kellen llama “la grandeza de la espera que teje toda la existencia y eleva a los humanos hacia lo alto”. Es la actitud necesaria en nuestro tiempo para descubrir la gratuidad de los bienes más preciados frente al activismo y a la avidez.

La paciencia entendida como “una floración de la espera”, representa dejar de lado lo inconsistente y lo efímero, asegura Kellen. Es más, dicha actitud requiere firmeza ante el esfuerzo a contracorriente necesario, tantas veces, para no aceptar resignadamente la foto social de que todo es inconsistente o materialista.  Solo cuando nos paramos a observar y valorar el camino es posible valorar el esfuerzo que requiere para llegar a la meta.

Pararnos para aprender a conjugar paciencia, espera y esperanza. Un trabajo interior nada pasivo que supone un impulso especial de vivencia teologal: abrir el corazón para profundizar en la vida de oración y de amor hacia los demás. Cuántas personas ansían experimentar la fe que tenemos mientras ven adormecidos los talentos espirituales que decimos poseer. Es el peor ejemplo para que salgan de su desesperanza. Son tiempos recios que requieren de más testigos, aunque haya menos doctores, que den testimonio de vidas esperanzadas y comprometidas especialmente con los más necesitados. Somos sembradores, tengamos paciencia en la espera reforzando nuestro interior.

En definitiva, la paciencia es una forma de fortaleza, considerada un fruto del Espíritu Santo y un signo de confianza en la providencia divina, mientras que el activismo tiene mecha corta (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).