LO PEQUEÑO ACABA SIENDO GRANDE
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@outlook.com
BILBAO (VIZCAYA).

ECLESALIA, 15/10/25.- Yo confío en lo pequeño, en las señales discretas, en los detalles. Lo esencial de la vida humana en ciernes habita en lo micro para hacerse macro a través de la insignificancia. Ocurre igualmente con las semillas en la naturaleza. La vida se compone de muchísimos pequeños esfuerzos, diminutos granos negativos y positivos que vamos acumulando en nuestro interior y que pueden ser decisivos para el efecto reparador o devastador dentro de nosotros hasta repercutir en los demás.

Las guerras no son ajenas a lo pequeño: se precipitan desde un sinfín de granitos negativos –que no pocas veces comienzan en el dormitorio de un político -o de un general- a los que dejamos germinar hasta infectarnos durante años. Y llega un momento en que se propaga al exterior llenándolo de toxicidad o de cosas peores. La ocupación de Ucrania y el genocidio de Palestina son el resultado de una acumulación de partículas sedimentadas en demasiados corazones convertidos en ingobernables que trabajan inconscientemente en construir la Tercera Guerra Mundial. Así es como la paz verdadera pierde terreno, incluso entre quienes estamos lejos de estas tragedias.

Llegados a cierto punto, lo que parece más trivial (un recuerdo, un saludo amable, una indiferencia ante el sufrimiento cercano) puede producir en los demás un resultado desproporcionado: sentirse apreciados o desechados. El plan de Trump para Gaza puede parecer un asalto occidental más, sin matices. Sin embargo, los matices son esenciales, para bien y para mal: el proyecto aboca a que Hamás desaparezca como entidad terrorista y política dominante en Gaza. La solución imperfecta de potencias exteriores liderada por Trump cuenta con el apoyo explícito de un buen número de países musulmanes, desde Indonesia a Qatar, hasta ahora mediador oficial de Hamás. Espero y deseo que sus dirigentes no vean este momento como un proceso dilatorio que busca una tregua para su reconstrucción interior, rearme y vuelta a empezar. La cruda realidad es que su estrategia de haber sacado a Israel definitivamente de sus casillas ha supuesto el aplastamiento de Gaza, una matanza genocida y destrozar de por vida a los supervivientes.

Me parece igualmente cierto que este plan de Trump no puede llamarse así si lo que pretende es la perpetuación de la ocupación israelí en Gaza y Cisjordania: más bien parece una imposición, un ultimátum. Lo cierto es que no hay plan de paz posible que pueda significar la normalización de una ocupación. Pacificar es algo más que parar una guerra. Para Johan Galtung, científico de la paz, desarrollo humano y paz vienen a ser lo mismo porque ambos estadios persiguen la supervivencia, el bienestar, la identidad y la libertad. Si se produce el no-desarrollo, aparece la injusticia estructural y la violencia como peldaños de una misma escalera. Solo cuando tratamos con dignidad a las personas nos transformamos en agentes de paz. Y de eso, los artífices de este plan de paz saben poco.

Pero no es menos cierto que las bombas han callado, los gazatíes que se fueron pueden volver y entran alimentos a la Franja de Gaza y los rehenes vuelven a sus casas, así como las palestinos hacinados en cárceles israelíes. Y los poquitos cristianos heroicos siguen allí en torno a su iglesia, desarmando el odio de los corazones, que es donde comienza todo…

Es lo que ocurre cuando nuestro interior no se reseca, que somos capaces de solidarizarnos con quienes sufren terribles violencias sin condicionarnos de dónde venga: sin obviar críticas al terrorismo de Hamás y condenando a la vez el genocidio de Israel (y Estados Unidos, no lo olvidemos) de manera cómplice. Ojo, porque lo pequeño en nuestro interior, sea bueno o malo, suele acabar siendo grande (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).