SUMANDO CAUSAS A LA MEMORIA PENITENCIAL DEL SÍNODO
EMILIA ROBLES, proconcil@proconcil.org
MADRID

ECLESALIA, 27/09/24.- Estoy leyendo las peticiones de perdón que se van a hacer el próximo 1 de octubre en la memoria penitencial del Sínodo y echo de menos una que vienen expresando algunas iglesias locales.

No sé si fue en el año 2005 o en el 2006 que estuve en Brasil, en Embu das Artes, participando en el Encuentro Anual de Obispos, donde también acudían ese año teólogos y teólogas. Acudimos allí dos personas como coordinadoras de Proconcil.

Cuando entramos a la sala de reunión, ya estaban haciendo una oración. Allí había muchos obispos de Brasil y de otros lugares de América Latina (México, Uruguay, que recuerde). También alguien de Filipinas. No se les distinguía del conjunto por sus vestimentas. Algunos llevaban ropa discreta, otros colorida, varios en  chándal y muchos con zapatillas deportivas. En el momento de entrar nosotros, estaban de pie, en actitud orante y conmovida diciendo algo así:

«Pedimos perdón a nuestros hermanos, presbíteros casados. Prometimos luchar por esa causa y hemos sido cobardes, no hemos puesto todo el empeño que debíamos»…

Me quedé tan impresionada que no puedo recordar cómo continuó la oración, pero hoy sí me atrevo completarla para el presente encuentro sinodal:

«Te pedimos perdón por todas las comunidades que durante siglos no han podido celebrar la Eucaristía dominical por falta de presbíteros, según una norma de idoneidad para el ejercicio del ministerio, que es el celibato, que no proviene directamente del Evangelio, sino de una disciplina temporal de la Iglesia y que no hemos sido capaces de revisar con valentía a día de hoy.

Te pedimos perdón porque hemos puesto un carisma gratuito y minoritario como puede ser un celibato vivido según los «consejos evangélicos» (y no siempre se vive con esta gratuidad, sino como norma impuesta), como un don superior al sacramento del matrimonio, que sitúa a los célibes como una aristocracia o una casta elegida y reduce el matrimonio y la familia a una salida para los menos puros, reforzando la idea del sacerdote como ‘hombre sagrado’, idea que impide vivir en plenitud la sinodalidad en la Iglesia.

Te pedimos perdón por tantas mujeres ocultas en la clandestinidad, mancillada su dignidad; por tantos hijos no reconocidos que han crecido sin padre; por tanta falsedad ante las comunidades que no son tontas y se han escandalizado por la mentira… por tanto retorcer la conciencia de presbíteros que han sentido una doble vocación y han tenido que optar, a veces simplemente por la que les permitía ganarse la vida, o han mantenido dobles vidas, con lo que eso supone para las conciencias.

Te pedimos perdón porque hemos dicho a nuestros curas que tenían que optar por «Dios o por la mujer», como si la mujer fuera la tentación que les apartaba de Dios y no una vocación genuina de relación, a la que Dios les llamaba a vivir en plenitud, sin tener que renunciar a otra vocación auténtica.

Te pedimos perdón por tantas madres y padres de sacerdotes casados que han muerto angustiados, pensando que sus hijos habían sido desertores o traidores al plan de Dios y que tal vez se condenarían por ello. Te pedimos perdón por tantas mujeres rechazadas por sus familias «políticas», como «esa mujerzuela que ha apartado a nuestro hijo del camino de Dios o de la Iglesia».

Si comprendemos que hay que pedir perdón por todo esto, estaremos en el camino de ver cómo un doble presbiterado, célibe y no célibe, sin celibatocracias, inserto en las comunidades y a su servicio, al servicio de la Eucaristía, puede ser un bien necesario para una Iglesia que busca ser más fiel y eficiente en su Misión. Y buscaremos juntos los caminos (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).