PASCUA: LA CLAVE, NO LA RESPUESTA
JUAN ZAPATERO BALLESTEROS, zapatero_j@yahoo.es
SANT FELIU DE LLOBREGAT (BARCELONA).

ECLESALIA, 01/04/24.- De nuevo, la Pascua. Como cada año, cuando llega, no puedo por menos de retrotraerme a la vida. O a la resurrección, que para el caso es lo mismo, intentan matizar algunos de mis amigos y conocidos. En absoluto, les contesto yo sin dar tregua. Pero, como no son precisamente las cuestiones dogmáticas y teológicas las que me preocupan, por lo que a este asunto se refiere, sino el compromiso con la vida, o la falta del mismo; es de esta gran realidad, la vida, que, al fin y al cabo, nos une o debiera unirnos a todas las personas y que, a su vez, no está relacionada o no debiera estarlo con cuestionas religiosas, de fe o de ideología; es de esta realidad, insisto, que quiero hablar y a la cual me quiero referir desde la Pascua, como la gran experiencia existencial.

Quiero comenzar diciendo que la Pascua, para mí, no es la «respuesta» para el «después», sino la «clave» para el «ahora». Es verdad que Jesús, en quien intento poner toda mi confianza, me recuerda que Él es la resurrección; pero, para añadir al instante, que también es la vida. Pero no una vida sin más, sino una vida en «abundancia», me vuelve a recordar en otro momento.

Y, yo me pregunto: ¿es que se puede hablar, acaso, de la vida como si tuviera diferentes grados, niveles o intensidades? Intuyo que sí. Por ello las religiones y las filosofías, en general, se han afanado en la búsqueda de una respuesta a semejante injusticia o sin sentido. La vida en plenitud, dicen todas o casi todas, llega con la destrucción del cuerpo y la «resurrección de la carne». Es evidente que en semejantes respuestas subyace una profunda carga de filosofía, en el primer caso, y de fe o religiosidad en el segundo. Quiero, por ello, dejar a ambas un tanto de lado, para centrarme en la vida concreta de la gente; y todo ello desde la propia experiencia del Jesús resucitado: «Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante Él. Jesús les dijo: «No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán» (Mt 28, 8-15).

Por tanto, es a la «galilea de la vida» donde hay que ir para encontrar al Jesús vivo. Pues es allí, donde se encuentra la gente que, en su mayoría, no entiende de culto, ni de ritos ni de religión. Tampoco de dogmas ni de verdades de fe. Es la «galilea» donde se vive la abundancia, el disfrute, los negocios, el poder, el dinero, las influencias, etc. Pero, al mismo tiempo, la «galilea» donde el hambre, la guerra, el sufrimiento, la indigencia, la degradación humana, etc., campan a sus anchas.

Es la «galilea» donde unos se otorgan la autoridad para dictar sentencia sobre cuando el amor es santo, religioso, legítimo, válido, lícito, etc., aduciendo, como criterio para ello, lo que dice la ley, la norma, el precepto o, incluso, diciendo que esa es la voluntad de Dios, lo cual es más grave. Obviando, para ello y sin ningún tipo de escrúpulos, la sinceridad de los corazones y la sacralidad de las conciencias de quienes se aman y comparten amor.

La misma «galilea» en la que las religiones, precisamente, gastan todas sus fuerzas por seguir marcando una profunda brecha entre lo sagrado y lo profano, entre los varones y las mujeres, entre los creyentes y los ateos, entre los agnósticos y los que dudan, entre los comprometidos y los indiferentes. Como si la bondad de las personas, la fraternidad entre las gentes y los pueblos, y el respeto por el cosmos que habitamos todas las personas tuviera que llegar por medio de la fe y la pertenencia a una confesión religiosa, en vez de hacerlo a través de la ética, amando y practicando la misericordia.

Quiero, por ello, felicitar la Pascua a todas y todos cuantos se esfuerzan por hacer de la «galilea de cada día» un lugar en el que se descubra al Dios de la vida, desde el encuentro, la confraternización, el diálogo y la convivencia.

Feliz Pascua, pues, a todas y todos cuantos hacen lo que está en sus manos para que llegue, de manera abundante, la vida a toda criatura. Una vida sin aditivos ni epítetos confesionales, ideológicos ni de nada por el estilo. Una vida con sabor, no de corto plazo, sino de plenitud y de eternidad (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

¡FELIZ PASCUA!