REFLEXIONES DE UN CRISTIANO DE A PIE SOBRE LA LITURGIA
JOAQUÍN SOLÁ, abogadossola@hotmail.com
ZARAGOZA.

La Liturgia es, sin duda, un elemento importante en toda religión. No es un mero reglamento de normas a seguir sino que, como expresión de la Fe y vínculo de la relación entre creyentes,  adquiere un significado profundo.

Siendo una expresión de la Fe y lenguaje de creyentes, dirigido a creyentes, debe ser un lenguaje inteligible.

Me ceñiré al acto litúrgico por excelencia: La celebración eucarística.

A) Tres ejemplos personales:

En los años sesenta yo viví como turiferario (encargado del incensario) extraordinarias Misas solemnes en un monasterio. Bien, aquellas misas solemnes, celebradas en una iglesia del románico tardío, construida como un inmenso salón del trono de Dios y, por tanto, de dimensiones muy superiores a las necesidades prácticas (nunca se llenó), con el espíritu ignaciano de la meditación de “las dos banderas”, a mí me siguen emocionando: Yo era el caballero que rendía pleitesía a mi Señor: le adoraba, le rendía armas, me ponía a su plena disposición … ¡Maravillosa liturgia en lengua latina!

En 1.982 asistimos mi mujer y yo a la celebración de la Pascua en Interlaken. Tras la bendición del fuego en el exterior de la iglesia, en un bosque encantador, al entrar nos iban dando un libreto con la partitura y letra de las cantatas (parte) de J.S. Bach que íbamos a cantar: No tengo ni idea de alemán, pero soy un apasionado de Bach. Y dirigirme al Señor con aquella música, compuesta por el mejor músico de la historia, dirigida al Señor a quien él amaba tan profundamente me emocionó. Y eso que el idioma de la misa era el alemán. Pero me sentí en comunión con la comunidad a través de los signos y de los coros en que participé.

Aquí tengo dos ejemplos de celebraciones litúrgicas que, en mi caso y para mí, cumplieron lo que creo es la finalidad  de la liturgia: aproximarme al misterio de Dios.

Por último: a finales de los años 70, mimujer y yo fuimos casi a la fuerza a un retiro de fin de semana con tres matrimonios más a una casa de ejercicios espirituales. Allí nos reunimos con el cura en un pequeño comedor convencional, comenzando por los saludos y presentaciones. De pronto, sobre las 21 horas, el cura dijo que si nos parecía podíamos celebrar la eucaristía y, con sorpresa mía, una monjita trajo un mantel blanco, una estola, una copa de vino y una patena con hostias a la misma mesa del comedor. El cura inmediatamente advirtió nuestra confusión y nos dijo: “Si cualquiera tiene cualquier reparo lo dejamos, ¿eh?”. Yo, respetuoso y sobre todo curioso, dije que no tenía ningún problema y comenzó la eucaristía, en aquel ambiente. El cura iba explicando los gestos y palabras y al llegar al acto de dar la paz, me emocioné. Y al recibir la eucaristía sentí algo especial, entrañable, algo del misterio de Cristo y de la Comunión de los Santos, se me reveló. En aquella mesa de comedor Cristo se hizo presente, sacrificialmente, verdaderamente, memorialmente, cabeza de la pequeña comunidad y ésta a su vez representaba a toda la comunidad universal.

Éste es otro ejemplo de liturgia que cumplió su fin.

B) ¿A qué viene esto? Pues, a que, en mi personal y poco fundada opinión, la liturgia de nuestras iglesias se aferra a fórmulas caducas, meramente repetitivas, que aburren al personal y que, por supuesto, no ayudan a transmitir la fe.

1. Las vestimentas y perifollos: Hace seis años mi hijo fue ordenado presbítero (“cura”, dice él). Allí estábamos emocionados los padres, hermana, cuñado, sobrinos, amigos, miembros de la comunidad, etc. Y en determinado momento de la ceremonia, un nieto de cinco años dijo: ¡Jo, qué mandón es el del gorro!”, Naturalmente, el del gorro era el obispo que, como manda la liturgia, se pasó media ceremonia poniéndose y quitándose la mitra, previa petición de ayuda en cada caso, y pidiendo y entregando el báculo. ¿De verdad estos signos lo son hoy día y ayudan a nuestros pequeños (y mayores)? ¿ Fue suficiente el gesto de Juan XXIII de prescindir de la silla gestatoria? ¿Todos estos signos externos tienen algo que ver con el sentimiento de humillación ante el Rey de los Cielos? Sí, ya sé: es que lo representan. Pensemos: ¿Alguien ve a Cristo en el obispo recargado de símbolos de poder?

2. Me he visto sorprendido al comprobar la cantidad de páginas que hay en Internet denostando de la comunión en la mano, práctica a la que se llega a tildar de sacrílega. Vamos a ver: por supuesto, yo creo en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, ese Jesucristo que es Dios y hombre. Pero ese Jesucristo es el mismo que se proclama hermano mío, que se compromete a llevarme al Padre, que me invita, que se me ofrece, que me abraza …  ¿Existe una forma concreta para demostrar mi adoración y mi pequeñísimo amor? ¿Es la mano más impura que los labios, la lengua, la laringe, sus mucosidades, su saliva, los restos de comida entre los dientes, etc.? ¿No es signo de reverencia y, sobre todo de aceptación a su persona, el recibir la forma y llevarla yo mismo a la boca, como signo de aceptación explícita?.

3. Se habla de la “misa tradicional” y se compara una de ellas “bien dicha” con otras actuales, folclóricas y en el mejor de los casos irrespetuosas. ¿Acaso no recuerdan los “tradicionalistas” mayores de 60 años aquellas misas de los años cincuenta, en que el cura recitaba rutinariamente, y a veces a paso de carga, todas las fórmulas, oraciones, consagración incluida, sin unción alguna? ¿No nos acordamos de la forma en que algunos sacerdotes “repartían” la comunión a los comulgantes, de rodillas en el reclinatorio?  ¿Nadie recuerda aquellas asistencias masivas, obligatorias en muchos casos por imposición de la autoridad laica, en los cuarteles, cárceles, colegios, etc.? ¿Me engaña la memoria cuando recuerdo aquellas misas dominicales en que todos los hombres salían en el sermón a fumarse un pitillo?

¡Claro que había misas excelentes! Y ¡claro que había misas quasisacrílegas! Como ahora. Pero no es el que se diga en latín o en idioma vernácula lo que las hace “buenas” o ”malas”. Ni el que se cante con guitarras o gregoriano (por cierto, ¡qué horror de gregoriano el que se cantaba y el que se canta en algunas iglesias tradicionales! ¡Qué salves reginas!, destrozando el latín y el tetragrama). Ni el que se diga con el presbítero “con Cristo, con Él y en Él …” o se responda con el “amén”. Es la fe del presbítero, la fe de cada uno de los presentes, lo que importa y que los actos exteriores (proclamación de la palabra, ofertorio, prefacio, consagración, memento, padrenuestro, comunión, etc.) ayuden a vivir el Misterio, que es recuerdo, sacrificio real, presencia de Cristo en la comunidad, adoración de esta comunidad, compromiso, aceptación de su Palabra.

Yo creo que, en realidad el problema es otro, es el problema teológico de fondo, manifestado en esa absurda guerra de teólogos tradicionales” contra “teólogos progresistas” lo que subyace en estas cuestiones litúrgicas. Pero ésa es otra reflexión, que me haré.