FELIZ AÑO DE OTRA MANERA
JOAN ZAPATERO, sacerdote, zapatero_j@yahoo.es
SANT FELIU DE LLOBREGAT (BARCELONA).
ECLESALIA, 02/01/14.- «Hombre soy y, por ello, nada humano me es ajeno», nos recuerda Publio Terencio Africano allá por el año165 a.C. Digo esto porque durante los días que nos llevaron al final del 2013 y, sobre todo, al comenzar el 2014 la frase que más se oye entre la gente que, por otra parte, no tengo la menor duda de que se trata de un sentimiento sincero, es aquella en la que nos deseamos mutuamente las personas queridas, los amigos y también la gente con quienes nos relacionamos habitualmente los mejores augurios para el año que comienza. ¡FELIZ AÑO! decimos, mientras nos damos un apretón de manos, una palmadita en el hombro, un abrazo o un beso cariñoso.
También yo te lo deseo a ti con quien comparto ilusiones, inquietudes y esperanzas desde el informativo Eclesalia que tanto me aporta y que tengo la certeza que también a ti. Y lo hago, a pesar de que no te conozca personalmente; me es suficiente saberme unido a ti por unos mismos ideales compartidos desde el mundo virtual y por una misma humanidad a la cual pertenecemos que, a decir verdad, no es poco. Por tanto, pues, una vez más: ¡FELIZ AÑO!
Si acabase aquí este deseo que me sale del corazón de un año lo más feliz posible para ti, no me sentiría a gusto conmigo mismo ni tampoco sería sincero contigo, pues, no en vano, estaría ocultándome a mí mismo y, por idéntica razón, haciendo lo mismo contigo, realidades y principios que, según mi escala de valores, están o van estrechamente unidos a la felicidad verdadera.
En primer lugar, decirte que solamente creo en aquella magia que hace felices durante un rato a un grupo de niños/as que miran boquiabiertos los trucos del mago que tienen delante de sí y que los fascina hasta la saciedad. ¡Bendita sea siempre esta magia! Sin embargo, no creo en ningún otro tipo de magias y, en este caso, en la que pudiera derivarse de la combinación de unas cifras que se suceden cada año de manera progresiva formando un número en torno al cual girarán los trescientos sesenta y cinco días del mismo; cifra que en el año que acabamos de comenzar corresponde al número 2014.
Por tanto, no pienso desearte sin más, porque tampoco sale de mí, que este nuevo año te haga no sé por qué razón más feliz que el que hemos acabado de dar por finalizado. Al fin y al cabo, esto de pasar de un año a otro no es otra cosa sino la consecuencia de algo tan sencillo y elemental como es la sucesión del tiempo que de manera cíclica va teniendo lugar cada trescientos sesenta y cinco días o trescientos sesenta y seis cada cuatro años.
Por otra parte, no quiero darte consejos porque no soy ni mucho menos la persona más indicada para ello. Y no es cuestión de falsas humildades que lo que hacen muchas veces es esconder fuertes dosis de soberbia y de engreimiento. Lo digo sencillamente porque nadie mejor que yo conoce las incoherencias que a veces con demasiada frecuencia ennegrecen mi vida por no esforzarme por vivir precisamente conforme a los valores del Evangelio que libremente he escogido para que sean ellos los que marquen mi comportamiento a seguir. Valores, por otra parte y lo quiero dejar muy claro, que en muchas ocasiones no coinciden en absoluto con los principios y las normas de la Iglesia a la cual pertenezco.
A lo mejor es una osadía, pero perdóname por haberme tomado la libertad de entrar en tu vida para decirte simplemente lo que yo intentaré hacer para conseguir ser un poco más feliz durante este nuevo año que Dios ha comenzado por concederme, o la vida ¡qué más da!, no vamos a hacer problema por ello.
En primer lugar, fuera bueno que te esforzaras en profundizar un poco más, a lo mejor ya lo haces, en el interior de tu persona. Debo decirte, sin embargo, que mi experiencia me dice que no vivimos tiempos precisamente propicios para la reflexión, la meditación, el silencio, etc.; instrumentos éstos necesarios e imprescindibles para llegar a nuestro interior. Es más, tengo la impresión que desde estancias bien diversas se hace todo lo posible por impedirlo, para evitar con ello el peligro de que puedas llegar a convertirte en una persona díscola que critique las decisiones u órdenes, incluso las desobedezcas y no te sometas a ellas, que acostumbran a llegar desde los poderes establecidos, sean del tipo que fueren, políticos, económicos, religiosos, etc.
Piensa que no te estoy diciendo nada nuevo, sencillamente te estoy recordando algo que nos viene desde muy antiguo. Concretamente ya en el siglo V a.C. Sócrates recordaba insistentemente a sus discípulos la frase “Conócete a ti mismo” que estaba escrita en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos.
Pero, ¿para qué conocerse a uno mismo con las cosas tan bonitas que hay fuera y para qué profundizar en el propio interior? Por la sencilla razón que solamente se puede amar aquello que se conoce y solamente se puede cambiar aquello de lo cual uno tiene conciencia. Por tanto para que te “quieras” de verdad y para que te comprometas en aquellos cambios con los que en algunos casos podrás hacer posible que vivan con un poco más de dignidad al menos algunas de entre las muchas personas que son tratadas tan duramente por la vida.
Una última cosa muy breve al hilo de lo que acabo de decir y que, con toda certeza, te hará de verdad un poco más feliz durante este 2014: alarga un poco tu mano a quienes están más necesitados, haz algo por ellos. Eso sí, sin agobiarte ni autoflagelarte; al fin y al cabo, es verdad que tú no tienes la solución para tantos y tan graves problemas como existen cerca y lejos de ti en estos momentos. Por tanto nadie puede exigirte que des lo que no tienes o más de lo que tienes; ni tú mismo tampoco. Por otra parte, cuando hablo de dar no me refiero solamente a dinero o a cosas materiales, pues a lo mejor esto podría incluso costarte poco; ni tampoco a la cantidad ni a la periodicidad.
Solamente decirte que fuera bueno que durante este 2014 te parases de vez en cuando a pensar un poco en la vida de las personas que, por la razón que fuere, tiene muy poco o casi nada de humana. Esfuérzate por humanizársela aunque sea solo en dosis minúsculas; estoy seguro que desde ese pequeño gesto te sentirás como hombre o como mujer más feliz o, como mínimo, experimentarás la felicidad, por pequeña que sea, que de verdad te llenará interiormente. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
¡FELIZ AÑO!