UN NUEVO PENTECOSTÉS
PATRICIA PAZ, ppaz1954@gmail.com
BUENOS AIRES (ARGENTINA).
ECLESALIA, 12/06/17.- Fiesta de la libertad, del corazón desbordado, de la comunicación fraterna. Parecían ebrios los apóstoles, me imagino que por el entusiasmo que le pusieron a la proclamación de lo que el Espíritu les inspiraba. Todos les entendían, medos, partos, elamitas… Hoy diríamos chinos, rusos, sirios, los habitantes del lejano Oriente, los occidentales, los latinoamericanos, Europa, África. Vivimos en las mismas ciudades pero como mosaicos bien delimitados, muchas veces somos extraños los unos para los otros. No es que el Espíritu no venga, sino que somos ciegos y sordos a sus señales.
Resulta imperioso en el mundo actual, que vive una escalada de violencia, fruto muchas veces del miedo, abrirnos al soplo de la Ruah. Necesitamos un nuevo Pentecostés para que nuestras palabras resulten entendibles para los que hablan otro “idioma”, para los que viven en culturas diferentes, para entender sus palabras, para escucharnos, conocernos y perder ese miedo que nos aísla. Tenemos que salir de nuestros “cenáculos” cerrados para avanzar hacia una acogida amorosa del otro. Volver a poner en el centro de nuestras vidas al “extranjero, al huérfano y a la viuda”. Salir al encuentro de todos aquellos que hoy están desamparados, por razones económicas, políticas, religiosas, raciales, de género, o lo que fuere, y hacernos prójimos. Apreciarlos con todas sus particularidades, reconociendo en cada uno la presencia amorosa de Dios.
Pentecostés es una oportunidad para despertar de nuestro letargo y poner manos a la obra en tantas cosas que hoy necesitan ser transformadas para que nuestro mundo se vaya pareciendo, aunque sea un poco, al Reino que nos predicó Jesús. Qué fácil sería si pudiésemos recibir un Whatsap cada mañana despertándonos y dándonos fuerzas para vivir el día como verdaderos discípulos, sin miedo, con alegría y poniendo todas nuestras energías al servicio del bien común. Pensándolo mejor, la solución es mucho más sencilla, pero también más difícil. Simplemente cada día al despertar dedicarle unos segundos a hacer consciente en nosotros la Presencia que nos inhabita. Imaginar que la lengua de fuego está siempre sobre nuestra cabeza y que el viento del Espíritu sopla permanentemente, a veces como una fuerte ráfaga, otras como una suave brisa, pero nunca está lejos de nuestra percepción. Afinar los sentidos del corazón y aceptar el llamado con todos sus desafíos es vivir Pentecostés hoy y cada día (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).