UNA LLAMADA DE ATENCIÓN AUTOCRÍTICA
GABRIEL Mª OTALORA, gabriel.otalora@outlook.com
BILBAO (VIZCAYA).
ECLESALIA, 31/01/22.- El relato evangélico de Lucas resalta el marcado contraste del Mensaje de Jesús entre la importancia de compartir los bienes y la necesidad de orar como actividad principal. En el hacer cristiano, al menos en el mundo occidental, hemos desplazado el ser cuando la actitud es tan importante como lo que hacemos. Jesús se caracterizó por ambas cosas y nos exhortó a tenerlas presentes siempre.
No estamos cuidando nuestro interior. Me refiero a las virtudes que necesitamos cultivar para no caer en el conformismo de una existencia mediocre y aguada, en expresión del Papa Francisco. Para ser testigos de Jesús no es suficiente hacer y más hacer, sino preocuparnos, al mismo tiempo que hacemos, en desplegar las virtudes del evangelio para llevar adelante las obras de misericordia con fruto. Ser virtuosos no es otra cosa que dar lo mejor de uno mismo. Y para ello, es imprescindible trabajar nuestro propio interior hasta transformar algunos hábitos personales. Si no somos capaces de mejorar interiormente, difícilmente nuestras acciones brillarán a la manera del Evangelio ni seremos lo mejor para lo que hemos sido creados. Ni tampoco seremos verdadera Buena Noticia para quienes ansían conocerla
Hablamos de conversión con frecuencia… ¿Pero qué significa convertirnos? Cambiar actitudes para hacernos luminosos a los demás ya que hablar de amor en genérico no es suficiente; nos pilla lejos, me parece, la exhortación paulina sobre el amor de su primera Carta a los corintios. Para dejarme transformar por el Espíritu hace falta trabajar nuestro interior a diario. Cualquier movimiento en este sentido, puede llegar a ser una estupenda forma de orar. En realidad, se trata de dejar espacio para que Dios, a su manera, se haga luz y fuerza en nuestra vida y en nuestras obras.
Junto a lo anterior, el Papa Francisco no se cansa de insistir en que “no se desanimen” ante las dificultades del camino en estos tiempos recios por lo que tienen de inciertos al encontrarnos en pleno cambio de era, donde lo nuevo no acaba de emerger mientras que lo antiguo todavía es presente. Es el sino de nuestro tiempo.
No tengamos reparos a reconocer que nos falta espiritualidad y nos sobra pragmatismo. Hacer y hacer sin cuidar suficientemente las maneras nos aboca a ser una Iglesia en la que ni siquiera somos luz para nosotros mismos. Actuamos a menudo como si fuera nuestra obra en lugar de ser la obra de Dios a la que ayudamos con nuestras manos y nuestro corazón. Para anunciar y celebrar la Buena Noticia de que Dios ama incondicionalmente a todos y cada uno de los seres humanos hace falta ser creíbles.
Recordemos que los relatos evangélicos están trufados de una permanente llamada al cultivo de las virtudes que sacan a relucir lo mejor del ser humano, quizá porque el cuidado de nuestras propias actitudes y el cuidado de los demás está muy relacionados. El verdadero amor en sus variadas manifestaciones pasa necesariamente por nuestra propia apuesta personal.
El Papa impulsa la sinodalidad precisamente para vivir la Iglesia de otra manera en la que la escucha, la humildad, la aceptación del otro entre nosotros y la común unión verdadera sean realidades que deben convertirse en signos luminosos de nuestra fe. No es posible evangelizar sin el contagio de la alegría que llena la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría, así es como empieza la exhortación papal La alegría del Evangelio sobre cómo evangelizar en el mundo actual (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).
POSDATA – Este tipo de reflexiones no están de moda. Al menos pensemos sobre los esfuerzos que hacemos y los resultados obtenidos, sobre la falta de autocrítica endémica en nuestra Iglesia y las formas utilizadas. Quizá el Espíritu nos indica que es preciso sembrar mejor y que si buscamos resultados distintos, es necesario un cambio en los corazones. Bendita sinodalidad.
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