MEDITACIÓN A PROPÓSITO DEL PASAJE DE LA MUJER ADÚLTERA
LUIS ENRIQUE RODRÍGUEZ SANTANA, fms, lersfms@maristas.org.mx
MÉXICO.
ECLESALIA, 04/04/22.- A propósito del evangelio en el que se nos presenta el pasaje de la mujer adúltera (Jn 8, 1-11), quiero proponerte hacer una meditación. Una meditación al estilo ignaciano, haciendo una composición del lugar. Te invito a imaginar este pasaje adoptando a cada uno de los personajes que intervienen en él: los discípulos de Jesús, la multitud que acompaña a la mujer adúltera, la mujer adúltera y el mismo Jesús. Y, al final, un diálogo con María.
Primera escena: el discípulo
Imagina la escena. Jesús está cerca de la aldea y habla con sus discípulos. Y tú eres uno de ellos. Están ahí, reunidos, hablando de todo y de nada, o quizás haciendo análisis de la situación política y económica del país, o haciendo chistes, no sé. Tú escuchas lo que dice Jesús y en momentos también participas. De repente, oyen que se acerca una multitud gritando y discutiendo. Se les escucha molestos. Llevan delante de ellos a una mujer. Mira a la mujer. Está toda sucia, con la ropa rota, ocultando su cara con las manos, avergonzada, humillada, temerosa. Está llorando. Observa su mirada. Mira a la multitud. Todos están enfadados, algunos con piedras en las manos. Están dispuestos a matarla. Observa sus miradas. De pronto, uno de ellos, biblia en mano, se dirige a Jesús: “Esta mujer ha sido sorprendida en adulterio. En el Levítico se nos dice que debe ser apedreada hasta la muerte. ¿Tú qué opinas, Jesús de Nazaret?”.
Mira a Jesús. Se queda tranquilo, hace unos dibujos en el suelo. Mira a la mujer. La ama, a pesar de su pecado. Escucha la respuesta de Jesús: “Les propongo un cambio de perspectiva, si por su pecado merece un tal castigo, hagamos cada uno de nosotros un autoexamen, y veamos si no somos también merecedores de algún castigo. Y el que esté libre de culpa, que sea el que arroje la primera piedra”.
Observa la reacción de la multitud. Escucha las palabras que Jesús dirige a la mujer: “Nadie te ha condenado, ¿verdad? Pues yo tampoco te condeno. Vete en paz, pero, para la próxima, ¿por qué no te la piensas mejor?” Observa la reacción de la adúltera. Ahora mírate a ti mismo. ¿Cuál es tu reacción?, ¿qué opinas de lo que acabas de presenciar? ¿Cómo te sientes ante la respuesta de Jesús? Haz un momento de oración.
Segunda escena: la multitud
Imagina de nuevo la misma escena. Pero ahora eres parte de la multitud. Estás muy enfadado. También vienes con la Biblia, el Catecismo de la Iglesia Católica, los Diez Mandamientos y todos los documentos que necesitas para acusar a esa mujer.
Imagina que, en lugar de una mujer adúltera, han cogido a un par de homosexuales, a una joven que acaba de abortar, a un pederasta, a un asesino, un traficante de drogas… Repite el diálogo completo con Jesús. ¿Cuáles son tus argumentos favoritos para juzgar, o hasta para condenar? ¿Qué te parece la reacción de Jesús? ¿Qué opinas de lo que dijo: «El que está libre de pecado…»? ¿Cuál es tu reacción a sus palabras? ¿Cómo te sientes? Ora con estos sentimientos.
Tercera escena: la adúltera
La misma escena. Ahora tú eres la adúltera. Has sido sorprendido o sorprendida en un pecado «muy grave». ¿De qué pecado grave se te acusa? (Piensa en algún pecado real del que todavía te sientas culpable). ¿Cómo te sientes cuando te acusan (personas, instituciones o documentos)? Ponte delante de Jesús. Observa su mirada. ¿Cómo te mira? Siéntete amado, amada por Él. ¿Cómo te sientes cuando Él no te ha condenado, cuando ni siquiera te ha juzgado? ¿Cuál es tu reacción? Detente a orar.
Cuarta escena: Jesús
Por fin te pones en el lugar de Jesús. Hay una persona que ha sido acusada de adulterio, homosexualidad, masturbación, sexo prematrimonial, aborto, pederastia… La multitud viene a pedir tu opinión. Vienen con la Biblia y los documentos de la iglesia en la mano. Eres un discípulo de Jesús. Sólo quieres actuar como él, sentir como él, pensar como él. ¿Cómo actúas en esta situación? ¿Qué te parece? ¿Cómo te sientes? ¿Cómo reaccionas?¿Qué preguntas te quedan sin contestar? Ora con Jesús.
Diálogo con María
Para terminar esta meditación, imagina un diálogo con María sobre la situación que acabas de vivir. Termina el diálogo agradeciendo este maravilloso momento con ella (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).