¡QUIERO VERTE!
CARMEN HERRERO MARTÍNEZ, herrerocarmen63@gmail.com
ZARAGOZA

ECLESALIA, 03/03/23.- ¡Mi Dios y mi todo! Te necesito, porque mi vida sin ti no tiene sentido,
porque mi vida sin ti se pierde en el vacío de la nada.
Quiero buscar tu presencia en lo más íntimo de mí misma, allí donde estás.
Desde el silencio, la soledad, la adoración y la escucha de tu Palabra, tu Hijo encarnado.
Quiero encontrarte en la eucarística, presencia viva de Cristo partido, entregado por amor.
Quiero dejarme transformar por tu infinito amor,
por tu mirada amorosa que me recrea y enamora.

Quiero encontrarte y contemplarte en tu maravillosa creación,
en el rostro de todos mis hermanos y hermanas en humanidad,
los emigrantes, los más desfavorecidos y desafortunados.
iconos vivos de tu presencia.

En el amor y en la fidelidad de los esposos,
en la inocencia, el candor y la sonrisa de los niños,
en el dinamismo, la alegría, la generosidad y la belleza de los jóvenes,
en la sabiduría, la constancia, la fidelidad y la fragilidad de los ancianos,
en la entrega generosa de los consagrados: sacerdotes, religiosos/as y laicos.

En el sufrimiento de los enfermos, discapacitados y marginados;
en los que están solos, hambrientos de pan, sedientos de amistad y compañía,
en aquellas personas que profesan un “credo” distinto al mío,
y se dirigen a ti con nombres diferentes;
que no piensan como yo, y van a ti por otros caminos.
Pues en todo y en todos, tú, mi Dios, estás presente,
Acariciándonos con tu tierno y dulce amor.

También quiero encontrarte y contemplarte en mi pequeñez, limitaciones y sombras;
en los deseos y el amor que fluye de mi corazón, para amarte y anunciarte,
para decirles a mis hermanos y hermanas en humanidad que tú los amas,
que no tengan miedo de ir a ti, porque nos has dejado la maravillosa herencia de tu amor
 y tu amistad infinita: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer»(cf. Jn 15,9-17).

Quiero descubrir el rostro de Dios allí donde realmente estás.
Contemplarlo, amarlo y a dejarme amar por él, para seguir amando a mis hermanos desde tu mismo amor.
Si así vivo, el mundo cambiará, porque la fuerza del amor es más fuerte que todas las fuerzas del mal. La claridad de la luz es más resplandeciente que las sobras de las tinieblas.

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