SILENCIO Y PALABRA: CAMINO DE EVANGELIZACIÓN
CARMEN HERRERO MARTÍNEZ, herrerocarmen63@gmail.com
ZARAGOZA

ECLESALIA, 13/10/23.- “Silencio y palabra: camino de evangelización” es el título del mensaje del Papa Benedicto XVI, para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 20 de mayo 2012 [1]. Varios años han pasado desde entonces; pero el tema sigue siendo tan actual como lo fue en aquel tiempo. Este título me ha inspirado la siguiente reflexión.

Estamos en tiempos de una nueva evangelización, en tiempos sinodales; tiempos de renovación y cambios en la Iglesia, en una Iglesia Sinodal, Iglesia en salida etc.; pero, realmente ¿sabemos a dónde vamos? ¿Sabemos cómo anunciar el evangelio? ¿Cómo transmitir la fe? ¿Cómo ser testigos vivos y gozosos de Jesús resucitado? ¿Cómo alcanzar los muchos objetivos propuestos en este Sínodo? Es verdad que son muchos los medios que nos han propuestos, interesantes y profundos para lograr las metas presentadas. El entusiasmo y el buen trabajo de numerosas personas son remarcables, lo que agradecemos, valoramos y acompañamos con la oración.

Desde mi oración personal he sentido, con fuerza, que Silencio-Palabra puede ser uno de los medios importantes y fecundos en esta etapa Sinodal para despertar la fe e impulsar una nueva evangelización, una nueva re-cristianización. La verdadera fe nace del silencio, de un corazón acallado, armonioso y unificado; capaz de escuchar primero a Aquel que debe de ser nuestro guía, nuestra Palabra. Esto a nivel personal, pero también a nivel de grupos sinodales, de asambleas y de la Iglesia universal. ¿De dónde me nace la palabra que expreso, las propuestas que presento o los cambios deseados? Es importante hacernos estas preguntas.

Los hombres y mujeres de Iglesia, en general, se apropian la palabra y hablan mucho; pero no siempre transmitir un mensaje convincente, un mensaje que toque el corazón; que lleven al centro del ser, al corazón del evangelio, al conocimiento de Jesucristo que es la meta de toda evangelización y de toda renovación personal y eclesial. Porque silos evangelizadores no damos a conocer a Jesús, encarnado y resucitado no lo podrán conocer y menos amarlo, pues nadie ama a quien no conoce.

Quienes tienen la tarea de evangelizar- bien que esta tarea nos atañe a cada cristiano- están llamados a profundizar el valor del silencio como el mejor instrumento de profundizar el mensaje y la acción evangelizadora. Es desde un corazón silencioso, enamorado de Jesús y de su Palabra, como la persona puede dar lo mejor de ella misma; es decir, transmitir con pasión la misma palabra que antes ha leído, rumiado, meditado, y contemplado en el silencio de su corazón. Entonces su palabra está habitada y tiene mensaje, vida que atrae, mueve porque transmite la belleza de la palabra viva: Jesucristo. Esto nos lleva a pensar en el itinerario de la lectio divina fuente fecunda de evangelización y transformación.

«El silencio es la actividad profunda, del amor que escucha». (San Pablo Vl). Si antes de hablar no escucho y me encuentro con la inspiración del Espíritu queme habita, mal podré hablar desde dentro, desde la experiencia interior que es la que realmente mueve los corazones y evangeliza. El evangelizador tiene que ser carismático. El mundo está saturado de palabras vacías, y hambrientos de testigo convincentes que hablan desde el corazón, desde la vida y no desde el intelecto. Hay que evangelizar desde el corazón que ha gustado la verdadera sapiencia del Espíritu. El Espíritu crea vida en el silencio. Indudablemente que la formación es esencial y muy necesaria, siempre que ella nos ayude a mejor comprender y vivir el mensaje evangélico para transmitirlo con entusiasmo y convicción. Dirá el Papa Francisco: “Es necesario formar a personas que sean testigos de la resurrección de Jesús”.

Estamos acostumbrados a vivir en la epidermis del ser, en la periferia de nuestra existencia, y desde la exterioridad la palabra no tiene autenticidad ni resonancia. Porque comunicamos doctrina, conocimientos, metodología; pero no comunicamos lo que nace del silencio interior que nos lleva a encontrarnos con la presencia, con la esencia de lo que realmente es la evangelización: el encuentro con Aquel que nos amó el primero (1 Jn 4, 19-21),y que puede reorganizar evangélicamente nuestro corazón, nuestra vida. Desde esta vivencia interior la palabra transmitida tiene un mensaje convincente, una experiencia de vida que llena, atrae y cambia la manera de ser y actuar. Cuando se vive “hacia fuera”, volcados en el activismo, en el hacer, en la planificación, en los organigramas y estadística, preocupados por la imagen y por los resultados; el anuncio pierde impulso y fecundidad. La palabra que nace del silencio le da otra dimensión y hondura a la transmisión de la fe.

Sin silencio difícilmente se puede ser una persona interiorizada. Al contrario, si eres silencio la Palabra habitará en tu corazón. El evangelizador está llamado a cultiva el silencio y la soledad, donde todo se convierte en oración amorosa, en palabra profunda y transformadora. En el silencio, la palabra de Dios alcanzar los rincones más recónditos de nuestro ser. En el silencio, la palabra de Dios es «más cortante que una espada de dos filos: “penetra hasta la división del alma y del espíritu” (Hebreos 4,12). Al hacer silencio, nos ponemos al descubierto ante Dios, y su luz llega a lo más escondido de nuestro ser. En el silencio del corazón la voz del Señor se deja oír. Hazte silencio y yo me hare presencia.

La eficacia de la palabra. Si el silencio es importante también lo es la palabra, ambos van unidos y mutuamente se enriquecen. Lo importante es saber armonizar silencio y palabra. La palabra es esencial, pues una sola palabra puede alejarnos o acércanos los unos de los otros y también despertar en nosotros el deseo de conocer más y más a Jesucristo y profundizar la fe. Pensemos en el valor de la palabra, la palabra que nace de la reflexión, del silencio y de la sabiduría; la palabra que está inspirada desde la fe y la interioridad, precedida del silencio y acompañada de silencio pausado y sereno; ella tiene una resonancia profunda y transformadora en el oyente. “Envolver la palabra con el silencio es lo que permite que el oyente la haga suya. El silencio debe acompañar la palabra antes y después de pronunciarla”[2]. La comunicación es muy importante en el camino Sinodal; pero una comunicación que nazca del silencio del corazón que nos “construye desde la verdad y en el amor» (Ef 4,15)

Jesús, habla, pero no solamente transmite conceptos ni normas, sino que contagia su Espíritu y nos revela el amor del Padre a través de la palabra sencilla, por medio de parábolas, asequibles a sus oyentes.  Jesús, mueve y conmueve. Los evangelios destacan el asombro de las multitudes cuando se preguntaban de dónde le venía a Jesús su sabiduría. “Nadie habló jamás como este hombre»(Juan 7, 46). Jesús fascina, interpela y atrae. Los que le oyen quedan impactados, seducidos. La palabra de Jesús encuentra resonancia en el fondo de los corazones porque interpela y tiene capacidad de despertar al oyente y motivarlo. Tarea y misión del evangelizador: despertar, motiva.

«En la Iglesia tenemos urgente necesidad de una comunicación que inflame los corazones, que sea bálsamo en las heridas e ilumine el camino de nuestros hermanos y hermanas»[3].

Y concluyo con las labras de Papa Benedicto: “Aprender a comunicar quiere decir aprender a escuchar, a contemplar además de hablar, y esto es especialmente importante para los agentes de la evangelización: silencio y palabra son elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia, para un renovado anuncio de Cristo en el mundo contemporáneo”[4]. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).


[1] La Iglesia Católica celebra el 20 de mayo el Día Mundial de las Comunicaciones Sociales, instituido por el Concilio Vaticano II (Decreto ‘Inter Mirifica’, 1963).

[2] Manuel Campo Vidal.

[3] Papa Francisco mensaje de 20 de mayo 2023.Copyright © Dicastero per la Comunicazione Libreria Editrice Vaticana

[4] El papa Benedicto XVI. Copyright © Dicastero per la Comunicazione – Libreria Editrice Vaticana