ANTE EL GENOCIDIO ARMENIO
LUIS PÉREZ, lipna4@gmail.com
ZARAGOZA.
ECLESALIA, 27/04/15.- He estado varias veces en Turquía. Este país tiene varias maravillas que no se pueden encontrar en ningún otro lugar del mundo, sobre todo la fascinante ciudad de Estambul. Además los turcos son generalmente muy amables, simpáticos y hospitalarios, y su lengua es la más bonita que conozco. Es una pena que la política y la historia enturbien a menudo lo anterior.
El Papa habló hace unos días del genocidio armenio, perpetrado y planeado minuciosamente por el Gobierno de los llamados Jóvenes Turcos (Comité de Unión y Progreso) en 1915, durante la Primera Guerra Mundial. Los armenios llevaban viviendo en lo que ahora es Turquía durante cientos y cientos de años, junto a griegos y otras minorías, cuando los primeros turcos aparecieron; los turcos fueron los últimos en llegar. Hasta casi el final de su historia, el Imperio Otomano fue un mosaico de nacionalidades, razas y religiones pero, con la decadencia del Imperio, empezó a desarrollarse el nacionalismo exclusivista turco que acabó decidiendo una solución final con respecto a los armenios, mucho antes de que Hitler lo hiciera con los judíos. Alrededor de un millón y medio de armenios fueron exterminados de forma organizada y sistemática. Muy pocos sobrevivieron. Desde Mustafa Kemal Atatürk, primer presidente de la República, hasta ahora, los sucesivos gobiernos de este país se han negado a reconocer que hubo un genocidio. No sólo eso, sino que está prohibido utilizar ese término en Turquía. Algunos intelectuales que se han atrevido a desafiar esa prohibición han tenido que sufrir represalias o salir del país; dos casos notables son el Premio Nobel de Literatura de 2006, Orhan Pamuk, y el gran sociólogo e historiador Taner Akçam.
En Alemania hubo un Tribunal de Nüremberg para juzgar los crímenes de guerra de los nazis y también un proceso de desnazificación. Turquía, en cambio, ha jugado muy hábilmente con las rivalidades internacionales impidiendo que los responsables del genocidio se sentaran en el banquillo y negando la verdad histórica. Eso habría hecho de Turquía un país más en armonía con su historia y, sobre todo, más democrático; cuando hay algo de lo que no se puede hablar, no ha llegado del todo la democracia.
Ahora intentan silenciar al Papa. Por el bien de la verdad y de la democracia, espero que Francisco no se deje amedrentar por aquellos que pretenden encubrir uno de los crímenes más horribles y vergonzosos del siglo XX. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).