Close up of young Asian woman wearing N95 mask for protect smog PM2.5 bad air pollution.AMOR EN TIEMPOS DEL COVID-19
ROBERTO JOSÉ CASTILLO TELLES, Amigoniano, robercaste25@gmail.com
NICARAGUA

ECLESALIA, 03/04/20.- Así reza un slogan promovido recientemente por el régimen que controla mi país natal, Nicaragua: “Amor en tiempos del COVID-19”. Fue utilizado por la vicepresidente de facto, Rosario Murillo, para convocar a una marcha el día 14 de marzo del 2020, obviando las medidas preventivas y recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y de otros organismos de salud.

En Nicaragua fue algo descabellado, y que el mundo rechazó contundentemente, solo que en mi cabeza quedó dando vueltas el slogan, del cual quisiera proponer algunos puntos para hacer una revisión minuciosa de lo que ha de significar para las y los consagrados una cuarentena en tiempos de cuaresma; amarnos en tiempos de crisis; abrazarnos sin tocarnos; y tantas paradojas que podrían sacarse del jugoso y controversial slogan.

En algunas ocasiones escuché a un hermano de mi Congregación decir: “la mayoría de las congregaciones nacimos siendo pobres y nos mantenemos así, gracias a Dios; no tenemos tantas casas propias, la mayoría son de los gobiernos o entidades que nos contratan”. Así lo creo. Providencialmente hemos tenido donde estar y ser. Sin embargo, nuestro trabajo es con muchachos. Por tanto, al no tener a quien atender nos quedamos desempleados – no en todos los casos, porque quienes trabajan en hospitales y albergues sí que tienen-, puesto que los gobiernos han solicitado que los que pueden y tengan, se trasladen a sus casas. Y a pesar de ello seguimos teniendo casa. ¿Será que seguirán apareciendo excusas para no hacer una cuarentena en tiempos de cuaresma, a pesar de que las circunstancias nos lo facilitan?

El número 38 de las Constituciones de los terciarios capuchinos reza, “Edificar la comunidad es tarea continua y de todos; requiere nuestros esfuerzos, aunque es superior a ellos, y sólo en el cielo se logrará plenamente…” Y en otro apartado del mismo número asevera, “…participamos en la recreación comunitaria…”. “He notado que se están perdiendo las buenas costumbres. Antes nos sentábamos a ver noticias o platicar de nosotros; ahora cada uno a su habitación; y si se queda en la sala se pone a revisar el celular”, dice Fr. Flaminio Valencia (un religioso ejemplar de mi Congregación, silencioso, pero buen ejemplo), refiriéndose a que le llama la atención que en varias comunidades no se propician espacios recreativos en donde se dejen a un lado las diferencias, los problemas del cotidiano, la envolvente negatividad del mundo que se mete por las redes sociales, para dar paso a que entre hermana y hermanos se genere un ambiente de paz y alegría. ¿Y qué nos impide hacerlo? ¿El trabajo? ¿La Institución? ¿Los alumnos y colaboradores? No hay excusas. Sentémonos a ver películas, a platicar, a jugar cartas, a hacer karaokes, a bailar, a recrearnos como lo solemos hacer con nuestros muchachos en los deportes dirigidos, campamentos y demás actividades pedagógicas y pastorales; y lo más importante, a escucharnos con mente y corazón abiertos. Que no se interpongan los ruidos exteriores, porque cuando juntos como hermanas y hermanos, nos reímos a pesar del dolor, las crisis y los problemas podrían hacerse más ligeros (Mt. 11,30).

En mi poca trayectoria como religioso he notado un cierto temor y la sequedad cuando nos abrazamos entre consagrados. Ahora bien, he descubierto que quizá pueda tener sueño, pesadez y hasta llegue a roncar en Misa -me cuesta levantarme temprano-, pero cuando llega el momento de la paz el sueño se me va. Mi cuerpo experimenta un despertar que hasta ahora no sé descifrar. Y no es porque el final de la Misa está cerca -ya lo he comprobado en otros horarios y espacios-, pero algo pasa. ¿Nos energizamos? ¿Me energizan? Dios sabrá. Por otro lado, a más de alguno le vino bien la supresión del abrazo de paz, porque así no tiene contacto con quien le genera conflicto. Si bien es cierto que hemos de cuidarnos y acatar orientaciones sanitarias, por tanto, el abrazo de momento no va, preparémonos, para que cuando se pueda, nos abracemos; que nuestro contacto, como el de Jesús, sea sanador y transmisor de vida. Así que, por tonto que parezca, propongo que nos revisemos a conciencia en este aspecto. ¿Valoro la importancia del abrazo? ¿Me dejo abrazar? ¿Cómo abrazo a mi hermana o hermano? ¿Estoy consciente del sentido profundo del abrazo, fuera y dentro de la celebración eucarística?

Concluyo hermanas y hermanos, invitándolos, invitándome a dejarnos iluminar por los signos de los tiempos. Un apartado del número 16 de la Gaudium et Spes afirma que, “Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo”. Mi Congregación -como tantas otras- nacimos como respuesta a situaciones de crisis, de pestes, guerras y otras muchas dolencias que han azotado a la humanidad. ¿Es momento acaso de revisar profundamente nuestros logros y deficiencias? ¿Qué nos pide el Señor ante esta crisis global, a propósito de que somos una corriente del Espíritu que mantiene frescor en la Iglesia? ¿Es tiempo de amarnos de corazón -como cantamos en cuaresma-, no de labios, ni de oídos? ¿El silencio del todo el ser es urgente y camino eficaz? ¿Es tiempo de transmitir amor, esperar contra toda esperanza, en un mundo que vislumbra colapso y promueve la desilusión? En fin, hermanas y hermanos, no dejemos pasar la oportunidad para amarnos en tiempos del COVID-19 (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).