JESÚS DE NAZARET, LOS DISCÍPULOS Y EL PODER
A propósito de  Mc 10,35-45*
JOSÉ RAFAEL RUZ VILLAMIL, ruzvillamil@gmail.com
YUCATÁN (MÉXICO).

ECLESALIA, 05/11/21.- Es el poder —quién lo duda— la pasión, el apetito más vehemente y mas fuerte en el ser humano: más que el dinero y el reconocimiento. De hecho, Jesús de Nazaret no se vio librado de padecer a causa del poder: acaba en la cruz por la colusión que se diera entre el Sanedrín de Jerusalén y el Imperio romano en defensa de sus poderes respectivos.

Es, también, por un asunto de poder el que los hijos de Zebedeo se separen de los demás para acercarse al Maestro con una demanda especial. “Pero, en vez de poner su envite directamente sobre la mesa, Santiago y Juan comienzan con una tentativa de manipulación impresionante por su audacia: en efecto piden a Jesús que firme un cheque en blanco: «Maestro queremos que hagas por nosotros lo que te pidamos», es decir, cualquier cosa” (J. Marcus, El evangelio según Marcos, Salamanca 2011). Y la “cualquier cosa” que quieren es, ni más ni menos, las dos principales posiciones de poder en el Reino de Dios que, como los otros discípulos, esperan ya inminente en tanto que van, con el Maestro, caminando a Jerusalén donde —así habrían de suponerlo— Jesús habrá de ser reconocido y exaltado como Rey.

Y es que, si bien los de Zebedeo se muestran como un par de ambiciosos, su pretensión tiene un trasfondo en cierto modo lógico: la decepción que se da en el horizonte de final de una era; una decepción total del mundo y de sus instituciones como incapaces de generar una genuina liberación de la calamidad, el sufrimiento y el fracaso tanto del individuo como de la sociedad. Con todo y en el caso de Israel, la fe en Yahvé liberador sustentada en la historia —así la gesta del Éxodo, y más— suscita una esperanza de liberación que ha de darse por la intervención del mismo Yahvé por medio de un ungido. Esta intervención de Dios en la historia habrá de dar lugar a un tiempo nuevo, último y definitivo en el que se dará un otro comienzo en el que la calamidad habrá de tornarse en bienestar.

Y es que uno de los rasgos del pensamiento referido al tiempo último y definitivo, es la inversión de los valores y situaciones vigentes y de la que, según parece, está teñida la petición de los hijos de Zebedeo. Y es que ellos, como los demás discípulos, han oído a su Maestro anunciar el Reino de Dios en clave de inversión absoluta: así y como referencia, las bienaventuranzas según se leen en el evangelio de Lucas: «Bienaventurados los pobres, porque suyo es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tienen hambre ahora, porque serán saciados. Bienaventurados los que lloran ahora, porque reirán.» (6,20), en donde hay una tensión entre la pertenencia del Reino de Dios a los pobres dicha en presente, y la promesa de consuelo y del hambre saciada planteada en dimensión de futuro.

En este contexto viene la respuesta del Maestro a Santiago y Juan: aunque acepten compartir el destino de Jesús y sumergirse en su futuro inmediato, la inversión de roles que pretenden no está garantizada en modo alguno: si bien Jesús inicia el Reino de Dios, el futuro definitivo pertenece solamente a su Padre. La reacción airada de los demás discípulosda lugar a una exigencia del Maestro que va mucho más allá de el asunto de Santiago y Juan y que parte de una constatación objetiva del poder. Después de analizar y, de algún modo criticar, con la ironía fina que lo caracteriza —«…los que son tenidos como jefes de las naciones…»— la conducta de los poderosos, Jesús va a plantear cómo entiende él mismo el poder y de que manera se ha de ejercer entre los suyos. En efecto, el Galileo deja asentado como norma para sus discípulos —«Pero no ha de ser así entre ustedes…»— que, en la dimensión del Reino de Dios, estos han de ejercer el poder como atiende un servidory como se somete un esclavo. Y es que el término servidor se refiere, en primera instancia, a quien atiende la mesa, lo que no deja de tener una como referencia a la comensalidad, signo privilegiado del Reino de Dios; en cuanto a lo de esclavo, además de sometimiento tiene resonancias de ejecutar acciones que, si no tienen que ser humillantes en sí, no dejan de ser las más sencillas pero que proporcionan bienestar al amo. La radicalidad de estos referentes en relación con el poder viene asentada en el propio Jesús, en la comprensión de sí mismo como servidor hasta el punto de «dar su vida como rescate por muchos», en donde por rescate ha de entenderse la fianza que se paga ya por un esclavo, ya por un prisionero de guerra.

Así y con tales metáforas el Galileo va definiendo las relaciones de poder en el ámbito del Reino de Dios, planteándolo en el horizonte de la fraternidad que supone, a su vez, una igualdad necesaria para ser tal: la contraposición entre jefes y siervos, y entre grandes y esclavos así lo indica. Y es que “el «poder» no es en Jesús un valor en sí: sirve para manifestar la bondad de Dios a escala universal” (G. Theissen; A. Merz, El Jesús histórico, Salamanca 2000).

¿Cómo entender el pensamiento de Jesús de Nazaret en relación con el poder parala praxis de los discípulos de hoy en su seguimiento al Maestro? Es cierto que Jesús habla con metáforas que corresponden a su tiempo, pero el núcleo de su propuesta tiene vigencia plena: no se trata que un alcalde dirija el tránsito, ni que un CEO haga de diligenciero, ni que un cura se convierta en sacristán, sino que se impone generar los mecanismos y las condiciones que reduzcan cada vez más y más rápidamente las diferencias, las desigualdades, las asimetrías en relación con el poder —y todos sus correlatos— para ir permitiendo la instauración plena del Reino de Dios en todos los ámbitos de la vida humana. Todos, sin excepción alguna (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

*Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos nos concedas lo que te pidamos.» Él les dijo: «¿Qué quieren que les conceda?» Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús les dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberán y también serán bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.»

Al oír esto los otros diez, empezaron a indignarse contra Santiago y Juan. Jesús, llamándoles, les dice: «Saben que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»

Mc 10,35-45